El 20 de noviembre se conmemora el 111º aniversario del inicio de la Revolución Mexicana, efeméride propicia para reflexionar en la necesidad de una nueva revolución que cambie la mentalidad de una mayoría ciudadana conformista e indiferente ante el hundimiento de la nación cuya brújula parece haberse perdido. Esto nos recuerda lo que comentamos en otra ocasión en este espacio: que, en la antigua Grecia, el término idiota se le asignaba a todos aquellos que no se ocupaban de los asuntos públicos y que no viven en el mundo real porque no hablan de él con los otros ni les interesa lo que está más allá de su entorno inmediato. 

¿Le suena familiar? ¿Se ha puesto a pensar cuántos mexicanos carecen de información y capacidad de análisis crítico, que consideran que la política es sólo para los políticos y renuncian a su calidad de ciudadanos activos para conformarse con ser habitantes pasivos? 

¿Cuántos se apanican y se preocupan difundiendo noticias falsas y mensajes alarmistas e infundados, en lugar de ocuparse y actuar inteligentemente ante los graves problemas que afectan al país? 

Así, la elevada cantidad de idiotas de un país es directamente proporcional a la baja calidad de sus gobernantes que cobijan su ineficiencia bajo el manto de la indiferencia, el valemadrismo y la indolencia de la gran mayoría, despreocupada de lo que sucede en su entorno político y social, que no se ocupa de informarse ni de estimular su capacidad de análisis crítico.

Los ciudadanos activos somos conscientes de la necesidad de darle credibilidad sólo a datos confirmados provenientes de fuentes confiables en torno a las diversas crisis que padece la nación: económica, social, política, de salud, de gobernabilidad; somos conscientes de dejar de ser pasivos espectadores para convertirnos en activos protagonistas de los cambios que exige el país; de participar en el quehacer público a pesar de los vicios, trampas y corruptelas tan comunes. 

Debemos dejar de ser un país de idiotas, en la acepción griega de la palabra, y convertirlo en uno de gente comprometida con la democracia que torna los riesgos y las crisis en oportunidades de crecimiento. No permitamos que la desinformación, la incapacidad de análisis crítico y la ignorancia sigan hundiéndonos en el subdesarrollo social, político y económico. Impulsemos un masivo despertar de conciencias que active la participación cívica, asumiendo el compromiso individual y social de ser artífices del cambio. 

Con unidad y visión conjunta de país libre de corrupción, injusticia, desigualdad e ineficiencia gubernamental, podremos transformar la oscuridad que nos impide ver el potencial que tenemos como nación, en la diáfana luz que nos permita ver el principio de una Patria nueva y el fin de un país de idiotas. Esa es la COLUMNA VERTEBRAL de la nueva Revolución. ¿No lo cree Usted así…? ¡Ánimo!